A lo largo de los últimos años hemos asistido a la proliferación de las mal llamadas economías colaborativas, máximo exponente de la era del consumismo actual.
En este sentido, nos han intentado vender que las nuevas plataformas basadas en aplicaciones telemáticas, facilitan una inmediatez en el intercambio de comunicación entre usuario y proveedor de servicios que, a la larga, permite al cliente satisfacer mejor sus necesidades y al “colaborador”, beneficiarse de un mayor público objetivo.
Ocultas bajo campañas de marketing agresivas y profundos lavados de
imagen, este tipo de empresas campan a sus anchas al límite de la
legalidad, escondiendo un modelo basado en la explotación y precariedad
laboral.
El formato es simple, ambas partes suscriben un contrato mercantil de prestación de servicios (no laboral), de tal forma que el trabajador es adscrito al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (cuya cuota abona el propio trabajador) en lugar de al Régimen General de la Seguridad Social, lo que permite al empresario un notable ahorro en el coste de las cotizaciones.
Por contra, a pesar de esa aparente relación mercantil, el falso autónomo queda totalmente vinculado al empresario bajo las características de ajeneidad y dependencia, es decir, prestando servicios como si se tratara de un mero trabajador con relación laboral pero sin disfrutar de las ventajas y condiciones sociales de este último.
Hace tan sólo unas semanas, se culminó una de las peores noticias posibles para la clase trabajadora asturiana, la irrupción de la empresa Glovo en nuestra ya de por sí mermada economía. Asturias, tradicional región a la vanguardia de las reivindicaciones obreras y conquistas sociales, cedía a los nuevos modelos de negocio impuestos por las grandes multinacionales en perjuicio de los trabajadores.
Y todo ello, con el beneplácito de nuestra Administración Pública, quien pese a sus aparentes campañas de Inspección sigue permitiendo, a día de hoy, que estas plataformas continúen imponiendo horarios abusivos, retribuciones
miserables y despidos encubiertos; tratando a sus trabajadores como meras herramientas al servicio de los grandes capitales.
Por una verdadera Justicia Social, por una juventud obrera nacional y reivindicativa.
CAMBIAR EL MUNDO NO ES LOCURA, SINO JUSTICIA
El formato es simple, ambas partes suscriben un contrato mercantil de prestación de servicios (no laboral), de tal forma que el trabajador es adscrito al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (cuya cuota abona el propio trabajador) en lugar de al Régimen General de la Seguridad Social, lo que permite al empresario un notable ahorro en el coste de las cotizaciones.
Por contra, a pesar de esa aparente relación mercantil, el falso autónomo queda totalmente vinculado al empresario bajo las características de ajeneidad y dependencia, es decir, prestando servicios como si se tratara de un mero trabajador con relación laboral pero sin disfrutar de las ventajas y condiciones sociales de este último.
Hace tan sólo unas semanas, se culminó una de las peores noticias posibles para la clase trabajadora asturiana, la irrupción de la empresa Glovo en nuestra ya de por sí mermada economía. Asturias, tradicional región a la vanguardia de las reivindicaciones obreras y conquistas sociales, cedía a los nuevos modelos de negocio impuestos por las grandes multinacionales en perjuicio de los trabajadores.
Y todo ello, con el beneplácito de nuestra Administración Pública, quien pese a sus aparentes campañas de Inspección sigue permitiendo, a día de hoy, que estas plataformas continúen imponiendo horarios abusivos, retribuciones
miserables y despidos encubiertos; tratando a sus trabajadores como meras herramientas al servicio de los grandes capitales.
Por una verdadera Justicia Social, por una juventud obrera nacional y reivindicativa.
CAMBIAR EL MUNDO NO ES LOCURA, SINO JUSTICIA